domingo, 6 de febrero de 2011

Efecto placebo, el efectivo poder de la fe.

En medicina, el efecto placebo, cuando se administra una sustancia inocua que el paciente cree que es un medicamento real y tiene el mismo efecto que la propia medicación, es bien conocido. El área donde más se ha estudiado el efecto placebo es en el tratamiento contra el dolor, no obstante, también se ha comprobado que funciona para hacer subir o bajar la presión arterial, para reducir inflamaciones articulares o, incluso, para encoger tumores hasta su desaparición.

Al parecer, el funcionamiento del placebo se basa en las expectativas que tiene la persona que lo recibe. Podríamos decir que la esperanza, desencadena toda una serie de procesos en el organismo para conseguir la misma respuesta curativa que se obtendría con la medicación real, lo que significa, que el cuerpo es capaz de sintetizar por él mismo, todo tipo de sustancias con fines curativos. De todas formas, no deberíamos extrañarnos de esto si pensamos que, por ejemplo, la leche materna contiene elementos anticancerígenos, protege contra enfermedades e, incluso, recientemente se ha descubierto que también contiene sustancias capaces de eliminar el virus del SIDA del organismo del bebé.

A pesar de esto, el efecto placebo ha sido despreciado por la gran parte de la ciencia médica tradicional, pero, por suerte, cada vez hay más profesionales interesados en investigarlo. En EEUU se dieron cita expertos sobre el tema, en el Centro Nacional para la Medicina Alternativa y Complementaria (NCCAM), para estudiar el placebo desde un punto de vista multidisciplinar. Las principales conclusiones indican que el efecto placebo activa respuestas fisiológicas en los sistemas neurológico, inmunitario, endocrino, cardiovascular y otros, produciendo la mejora en las enfermedades.

Los expertos, también concluyeron que el efecto placebo opera a través de las creencias, expectativas y ciertos condicionamientos simbólicos que todos, en mayor o menor medida, tenemos en nuestra sociedad. Cuanto más creamos en las capacidades curativas del placebo (que nosotros pensamos que es el medicamento de verdad) más efecto tendrá o, dicho de otra manera, activaremos mejor nuestros propios mecanismos de autocuración para que el placebo funcione.

En nuestra cultura occidental, tenemos muy interiorizado que algo es mejor cuanto más alto es su precio. De hecho, se ha comprobado que el placebo es más efectivo cuando nos dicen que cuesta 500€ que cuando pensamos que sólo cuesta 5€.

Una de las condiciones que contribuye al buen funcionamiento del placebo es el “efecto del ritual”: el entorno hospitalario, el edificio grande, las batas blancas, el fonendoscopio al cuello, etc. Todo esta parafernalia, junto con la confianza que depositamos en el médico, hace que nos sumerjamos en un estado casi hipnótico donde las palabras del doctor, o de los enfermeros, tienen un efecto muy potente sobre nuestra psique y, en consecuencia, sobre nuestro cuerpo.

La conciencia, no interviene aquí para nada, este proceso es inconsciente, No podemos decidir que nos afecten o no las palabras que escuchamos. Todo el entorno nos coloca en un estado especial de alta sugestionabilidad. Si nos encontramos en un lugar donde todo está enfocado hacia la curación y los mensajes que recibimos son positivos, nos parece que los “milagros” pueden producirse y nuestro propio poder de autocuración hace el resto. Veamos un ejemplo: no es lo mismo que nos digan “tómese esto y en un par de días empezará a mejorar” ó “todos los pacientes que lo han tomado se han curado en menos de una semana”, que, por el contrario: “no sé si esto funcionará, pero pruébelo y ya veremos dentro de un mes”. Pensemos, también, en la manera de dar una noticia sobre una enfermedad como el cáncer, que aún tiene tantas connotaciones negativas. ¿Cómo influyen las palabras del especialista?, ¿qué efecto tienen sobre el tiempo de recuperación o sobre la esperanza de vida del paciente?. Las implicaciones son trascendentales.

No quiero dejar de relatar aquí la experiencia de muchos pacientes que han hecho regresiones al momento en el que estaban siendo intervenidos (con anestesia general) y han podido reproducir conversaciones de los cirujanos, relatar cómo fue la operación y describir los instrumentos que utilizaron. Aunque la consciencia esté dormida, el inconsciente sigue captando información. Aún no se sabe bien cómo es posible esto y hay muchas teorías al respecto, pero, el hecho es que se puede recordar y que lo que se dice en esos momentos va directamente al inconsciente. Es como una orden post-hipnótica, el mensaje queda grabado y tiene una fuerza tremenda. Frases entre cirujano y anestesista del tipo: “Estupendo, en unas dos semanas ya estará andando de nuevo” ó “Uff, éste va a durar dos meses”, son verdaderas “órdenes” que tienen grandes consecuencias. A veces, casi es preferible que hablen de fútbol y del partido del día anterior.

El poder de la sugestión es muy fuerte y va más allá del efecto placebo. Todo el personal sanitario debería tener en cuenta el potencial del que estamos hablando. Imagino que en las facultades de medicina o enfermería se estudia el efecto placebo, pero de forma anecdótica. Yo creo que debería haber asignaturas exclusivas que enseñen a médicos y enfermeros a utilizar de forma provechosa esta fuerza de la sugestión.

He conocido a varios doctores, ya mayores y con muchos años de experiencia, que reconocen la importancia del placebo y han aprendido a manejarlo con efectividad en sus consultas. Por otro lado, también me he encontrado con médicos jóvenes que miran por encima del hombro a todo el que hable del efecto placebo, a pesar de que ya está más que demostrada empíricamente su efectividad y de que, poco a poco, se van conociendo los mecanismos mediante los que actúa.

Hay algunos estudios que dicen que el 30% del efecto de los medicamentos se debe al fenómeno del placebo. Incluso, un estudio de 1998 concluyó que si hablamos de antidepresivos, esta cifra llega al 50%.

Me gustaría, para terminar, resumiros la historia del Prozac, el famoso antidepresivo. En EEUU, la FDA (Food and Drug Administration), la agencia que autoriza los nuevos fármacos, pide que se demuestre, al menos en dos estudios, que el efecto del nuevo medicamento es superior al placebo. Pues para que el Prozac fuera autorizado fueron necesarios 5 estudios. Si imaginamos que el último fue positivo para la farmacéutica (claro, sería absurdo gastar dinero en hacer más estudios si ya tuviera los dos que necesita), resulta que en tres de los cuatro primeros estudios, el placebo fue superior al Prozac. Da qué pensar, ¿no?

La polémica continúa entre partidarios y detractores, entre creyentes y no creyentes. Incluso, algunos dicen que ninguno de los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina) funciona mejor que un placebo que, aparte de ser mucho más barato, no tiene ningún efecto secundario.

En realidad, lo que nos está diciendo el efecto placebo es que el cuerpo humano tiene un tremendo poder de autocuración y que, aprendiendo a manejar de forma equilibrada la mente y las emociones, podríamos aprovechar ese potencial para sabnarnos e, incluso, para no enfermar. La próxima semana iremos un poco más allá del efecto placebo para comprobar la importancia de un buen equilibrio emocional para nuestra salud física.

Texto: Ramón Soler

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